Te cuento: tengo una vecina que ha vivido con diabetes por más de 20 años. En su familia, ella es la única que ha sido diagnosticada. Actualmente usa insulina para mantener sus niveles además de las pastillas que le han recetado. Cuando le mencionan acerca de la dieta y cambiar sus hábitos, ella se molesta. Dice que eso no sirve porque desde que le dijo el médico de su padecimiento ha comido sano. Procura comer fruta y verdura. Cocina aparte para ella y no le pone sal ni azúcar, además de usar muy poco aceite. Ha tenido varias recaídas importantes y la circulación en sus piernas ya se está viendo afectada, por lo que está cada vez más preocupada.

Lo que no te dice es que la comida que prepara para “comer sano”, apenas y la toca. Que visitó nutriólogos, pero no le funcionaban las dietas porque siempre comía una “probadita” de la comida de los demás. ¡Porque eso pasó! La familia no cambió sus hábitos con ella. No ha tenido apoyo de su círculo cercano y ella misma le resta importancia a su salud. En su despensa hay toda clase de cereales, galletas y comida dulce que “compra para los demás”, pero de la que ella come “poquito”. Tampoco te cuenta que en su refrigerador no faltan las bebidas azucaradas que ella “rebaja” con agua para que no sean tan dulces “y le hagan daño”. Dice que come fruta, pero oculta los enormes platos que se sirve y siempre acompaña de nieve o helado regular. ¡Amén de sus ensaladas, las cuales auténticamente baña con aderezos envasados de los que no revisa las etiquetas! 

Es tristemente una historia que se repite a diario. ¿Qué pasa con la familia? ¿Por qué no contribuyen a los cambios necesarios para mejorar la salud de sus seres queridos? ¿Por qué las personas que tienen un padecimiento no son capaces de hacer cambios a pesar del entorno familiar?

¡Aceptémoslo! Por mucho que nos amen nuestros esposos o hijos, ellos no sienten nuestros síntomas. Para ellos la vida continua y, a pesar del amor, olvidan la mayor parte del tiempo a la persona enferma. ¡Y nosotros también tenemos responsabilidad en eso! A veces por desconocimiento, otras por indiferencia, vamos dejando que el tiempo pase y no hacemos los cambios necesarios. Nos da miedo preguntar e informarnos que sucederá con el paso del tiempo. Nos negamos a saber e informarnos hasta dónde puede agravarse el padecimiento pensando que “ojos que no ven, corazón que no siente”. Eso es entendible, pero también sabemos que aprender de la enfermedad, te permitirá tomar las mejores decisiones. ¡Te queremos sano, feliz y con una larga vida!

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